lunes, 8 de octubre de 2012

Pancho Villa lee Las mil y una noches,

deletreando en voz alta a la luz del candil, porque ése es el libro que le da mejores sueños; y después se despierta tempranito a pastorear ganado junto a sus viejos compañeros de pelea. Villa sigue siendo el hombre más popular en los campos del norte de México, aunque a los del gobierno no les guste ni un poquito. Hoy hace tres años que Villa convirtió en cooperativa la hacienda dé Canutillo, que ya luce hospital y escuela, y un mundo de gente ha venido a celebrar. Está Villa escuchando sus corridos favoritos cuando don Fernando, peregrino de Granada, cuenta que John Reed ha muerto en Moscú. Pancho Villa manda parar la fiesta. Hasta las moscas detienen el vuelo. —¿Que Juanito murió? ¿Mi cuate Juanito? —El mero mero. Se queda Villa entre creyendo y no creyendo. —Yo lo vi —se disculpa don Fernando—. Está enterrado con los héroes de la revolución de allá. Ni respira la gente. Nadie molesta al silencio. Don Fernando murmura: —Fue por tifus, no por bala. Y Villa cabecea: —Así que murió Juanito. Y repite: —Así que murió Juanito. Y calla. Y mirando lejos, dice: —Yo nunca había escuchado la palabra socialismo. Él me explicó. Y en seguida se alza y abriendo los brazos, increpa a los mudos guitarreros: —¿Y la música? ¿Qué hay de la música? ¡Ándale! (MEMORIAS DEL FUEGO: EL SIGLO DEL VIENTO, E.G)